¡Liberen a la Machi Francisca, es inocente¡ ¡Machi Francisca Linconao, Asesina¡ son las consignas que a diario se leen y escuchan en el entorno regional y nacional.
Llama la atención que muchas de las personas que, a favor o en contra se manifiestan no sólo en las redes sociales, sino en la calle, en la prensa, los artistas, las organizaciones (como el INDH el cual en realidad no es un ente objetivo sino claramente tendenciosos) y hasta políticos en el Congreso, sobre la inocencia o culpabilidad de la Machi Francisca; parecen ser testigos presenciales de esa fatídica noche en que el matrimonio Luschinger Mackay fue asesinado brutalmente.
Llama la atención que la mayoría de quienes apoyan o atacan a la machi y a los imputados por ese caso, parecen tener muchos más antecedentes que ni los entes persecutores o acusadores tienen; o al menos han leído concienzudamente los expedientes legales que les han hecho llegar a tan profunda convicción de inocencia o culpabilidad de los imputados.
Llama la atención la desprolijidad investigativa que al momento de presentar pruebas y hacerlas públicas, se rehacen muchas de ellas dejando demasiados mantos de duda, como por ejemplo el expediente donde el joven Peralino “acusa” a los actuales imputados, pues en dicho expediente las declaraciones previa y posterior difieren bastante, y más bien parece haber recibido presiones, que él mismo denuncia.
Llama la atención que con toda la maquinaria tecnológica, procesal, experiencial y la “inteligencia” al servicio de la investigación, y luego de cuatro años, no existan pruebas contundentes para condenar o exculpar a supuestos involucrados.
Llama la atención que de acuerdo al sistema judicial chileno la fiscalía debería velar por el debido proceso, por lo que su rol más que el de mero acusador debería ser el de investigador dando garantías legales a todos los involucrados de neutralidad tanto de la investigación como de la acusación. Evidentemente ese no ha sido el caso aquí.
Llama la atención que se juegue con una de las imputadas, la Machi, a un juego de desgaste llevándola a la cárcel, sacándola de allí, llevándola al hospital, abriendo la posibilidad de reclusión en su hogar, etc. que evidencia los criterios tan disimiles que al menos el sistema judicial tiene, y por cierto las presiones políticas hacia un ente del Estado que debería ser independiente.
Llama la atención que la presunción de inocencia de la que tanto se ufana el sistema nacional y hasta nuestra sociedad, es sólo retórica vacía frente a la realidad de la que todos somos testigos.
Finalmente, y aun considerando que hay otras cosas que llaman preocupantemente la atención, muchas de las personas que no tienen el menor respeto o consideración hacia las figuras religiosas del mundo occidental (por cierto y con razón muchas veces) y están de acuerdo con la eliminación de algunas de estas figuras (eso explicaría en parte la quema de templos en la región) ahora se la jueguen para que el trato hacia la Machi sea deferente por causa de ser ella una figura religiosa representativa de una cosmovisión determinada.
No podemos justificar el accionar de las personas que hacen lo que han creído correcto, pero que en el camino han dañado a personas (o sus bienes) que se suman a la lista de victimas en la región. La Biblia dice que “A cada uno le parece correcto su proceder, pero el Señor juzga los corazones”.
Como testigo de los sufrimientos de todas las víctimas, y reconociendo que el gran victimario ha sido el Estado y sus actuales cómplices son toda la maquinaria estructural incompetente y que no ha tenido voluntad para corregir tantos vicios, y sobre todo como cristiano que vive en esta región, debo decir que no me siento capacitado para condenar o absolver a ninguno de los procesados. Por cierto que esperamos que las instituciones funcionen, pero éstas no han dado garantías de un proceder ecuánime. Por ello confiamos y oramos para que el Creador, quien juzga y conoce los corazones, saque a la luz a los verdaderos victimarios y estos sean juzgados; y que todas las víctimas sean reparadas del daño que han recibido, considerando que la primera reparación es la justicia
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